Barroco interpretado por indígenas

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El Barroco es una música complicada que requiere gran maestría. Si no lo crees, coge una flauta dulce y tócala, pero a toda máquina ¿a qué no es tan sencillo? Coge un violín y si eres de los afortunados que no torturan a sus vecinos, ejecuta una pieza a su velocidad. ¿a qué no es fácil?

La Iglesia Católica (conste que no soy creyente) utilizó la música como instrumento de evangelización en América y también como elemento de integración, siguiendo la Biblia, tal como aparece en Gálatas 3:28: No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús.

Era una forma de demostrar que los indígenas no eran ni primitivos, ni inferiores, ni salvajes, sino seres humanos como los europeos, blancos o criollos. Fue practicado como elemento demostrativo por los jesuítas, tal y como aparece en la famosa película La misión.

Los indígenas no se limitarían a ser meros intérpretes de la música barroca, sino que fueron creadores de piezas musicales de gran belleza, que ahora se empiezan a redescubrir.

Barroco mexicano – Sonata en sol menor (Anónimo)

El barroco hispanoamericano es de una enorme riqueza musical, y sin embargo, es poco conocido. El siglo XVIII, el Siglo de las Luces, conoce un nuevo espíritu musical, más optimista, que ya no ve tanto a Dios como un dios justiciero, sino como un dios paternal. Esto se refleja muy claramente, por ejemplo, en la música de Bach.

La Iglesia usa la música en Hispanoamérica fundamentalmente para la evangelización de los indígenas. Hay tres aspectos fundamentales para entender el barroco hispanoamericano. En primer lugar, es heredero de la gran riqueza de la música vocal renacentista. En segundo lugar, esa idea de evangelización se traduce en una idea optimista, fraternal, espiritual, algo así como ser un pequeño trozo de paraíso, aunque sólo sea musical. Y en tercer lugar, la gran riqueza que aporta a esta música elementos propios indígenas.

Esta pieza pertenece al archivo de la Catedral de México. Su autor es anónimo y es del siglo XVIII. Se ejecuta con bajo continuo y flauta de pico. Este último, instrumento de gran belleza, hoy día desplazado por la flauta travesera.